OFRECER UN DÍA Cada día Cada día es una unidad, un todo de vida, un nacer y un morir, el conjunto de las posibilidades pequeñas. Toda la existencia se hace de días, como una casa en construcción. Día a día vamos viviendo y esperando, y todo tiene su traducción en el lenguaje de las 24 horas. La mayor parte de los días son parecidos y rutinarios, no tienen demasiada importancia. Los días grandes, si lo son, es porque han sido sembrados y alimentados por el gris de muchas horas que en apariencia son neutros. Un día siempre tiene muchas raíces y él mismo enraíza la existencia posibilitando el futuro. Pero las oportunidades que nos ofrece un día son innombrables, sobre todo las posibilidades interiores. El mundo escondido y solitario de mi espíritu puede aventurarse cada día hacia un nuevo encuentro, un nuevo amor, una decisión direccional o la delicadeza de saber sonreír a tiempo. Al comenzar un día, uno se tendría que preguntar cual es la luz del hoy, para que la ilusión siempre esté presente. El sentido de las cosas no sólo se encuentra sino que se hace. Ofrecer un día no vale nada sino es ofrecerse. Ofrecerse a hacer lo que tenemos que hacer, con obligación o deber de fuera y con libertad y amor de dentro. Ofrecerse a escuchar, a charlar, a ponerse sentimental si es necesario, y a todo lo que se presente... Y, para acabar, a punto ya de cerrar los ojos, darnos cuenta de que un día que acaba es vida que acaba. ¿Cuándo dejarás que Dios te hable? DESPUÉSMAÑANAHOY
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Ofrecer un día no vale nada sino es ofrecerse. |
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